viernes, 25 de diciembre de 2015

El Mundo de Homero Benítez


*De la pobreza a exitoso asesor profesional en Seguridad Industrial
*Nació en Huetamo, Mich., fue telegrafista y estudió ingeniería química
*Además, es poeta, escritor y le gusta la pintura, la escultura y el teatro
*Su segunda tierra es Monterrey, pero vive en Celaya desde hace 48 años
*Dice que México no ha cambiado desde que escribió Los Mundos en El Sol

A. Pérez

Homero Benítez Aguirre es un gigante. No sólo por su estatura, sino también por su determinación para afrontar la vida, por la firmeza de sus convicciones, por su atrevimiento para romper paradigmas y porque a él le vale lo que digan los demás de su persona; él es auténtico, es como él quiere ser, como él cree que debe ser; cree en Dios, pero a su modo, como Él se identifica con él. En la sociedad es apreciado por unos y criticado por otros. En su profesión, fue pionero en Desarrollo Organizacional, primero como ejecutivo en varias empresas y luego como capacitador, asesor y conferencista independiente, principalmente, en temas de seguridad industrial. Además, es poeta, escritor, psicólogo, administrador e ingeniero.
En días recientes salió a la luz pública su nuevo libro, el número 17 de su trayectoria como escritor. Este libro es una recopilación de sus escritos periodísticos publicados en El Sol del Bajío, conocidos como “Los Mundos de Homero Benítez”, así también se titula el libro de 291 páginas, desde el prólogo hasta el fin, donde derrochó sus conocimientos sobre arte y cultura universal, expuestos desde su muy particular punto de vista y valorados desde una retrospectiva actual, con la vigencia que aún tienen las obras que analiza. Esto lo convierte, además de todo, en un crítico del arte.
Dicen que el México que describió en algunos de esos artículos, como “El Mundo Revolucionario de Emiliano Zapata”, “EL Mundo de Ciencia y Ficción de Nuestro México” y “El Asqueroso Mundo de la Corrupción”, todavía persiste: los mismos problemas, las mismas carencias, los mismos visicios y los mismos abusos.
Homero Benítez es un apasionado del arte, de la lectura y de la música, de la pintura y de la escultura, principalmente del teatro. Por sobre todo eso, ama a sus hijas, Sara e Iris, a quienes educó desde pequeñas, de diez y cinco años, hoy ya profesionistas y casadas, a cuya madre le guarda respeto y admiración por los 30 años que pasaron juntos, los primeros de su carrera profesional, de sus momentos difíciles y de sus éxitos. Se divorció en buenos términos, porque él dice que no puede vivir atado a una persona. Por compromisos familiares no pudo realizar los viajes de estudio que se le presentaron al iniciar de su carrera, esenciales para su realización personal y profesional.

ORÍGENES
En esta plática rasga su interior para descubrir su vida personal y traer al presente, vista desde este momento, con serenidad y satisfacción, lo que fue su vida en su natal Huetamo, lo que fue su éxodo, su época de estudiante, que transcurrió entre la secundaria 4, la vocacional 5, el politécnico y su trabajo de telegrafista, hasta ingresar de lleno a la vida laboral, donde pasó de obrero, a supervisor de línea hasta gerente ejecutivo, en sólo cuatro años en una empresa, para luego independizarse.
“Yo vengo de una familia muy jodida, de la verdadera pobreza, de las familias más amoladas de tierra caliente, donde dormía en un petate; pero gracias a mi madre, aunque me pegaba unas friegas, pude salir adelante. Por esos recuerdos no quería volver a mi tierra”, narra el hoy ingeniero químico y maestro en Desarrollo Humano, a una edad que ronda los 80 años; cumplió 78, apenas el pasado 22 de noviembre, con la satisfacción de haber decidido libremente el destino de su vida hasta alcanzar el éxito. “La vida es de decisiones”, sentencia, y él las supo tomar en su momento. 
El encuentro para hablar de su mundo, de “El Mundo de Homero Benítez”, se realizó en la tranquilidad de la sala de su casa, donde saltan a la vista muebles y múltiples objetos por todos lados, utensilios del hogar, fotografías y recuerdos de sus viajes, ahí es donde convive con sus amigos y compañeros del basquetbol, y en su cuarto de estudio, a la izquierda de la puerta principal, repleto de libros, su computadora y un tocadiscos, donde trabaja y le da rienda suelta a su creatividad.
En estos dos escenarios, que domina a la perfección, es donde se siente bien para hablar de sí mismo, de secretos no revelados, al menos, no para ser publicados, como lo hace ahora. Aunque en su libro “Antes del final”, editado en la India, narra gran parte de ellos.
Él, es hijo de la señora Sara Aguirre, de Huetamo; su padre, Antonio Benítez de la Paz, de Cuitzamala, Gro., también de la región de tierra caliente, quien se robó a la joven Sara con la promesa de casarse con ella, como se acostumbraba en aquel tiempo y en aquellos lugares; pero como aquél no le cumplió en el término acordado, ella determinó dejarlo y regresar con su familia a Huetamo. De esa unión pasajera nació Homero, reconocido por su padre y quien todavía buscó a su mamá, pero no con la determinación de casarse con ella, y como sus parientes tenían fama de matones, él prefirió alejarse de ella.
Su madre aprendió el oficio de la alta costura, fue buena en su trabajo, pero allá se ganaba muy poco, así es que, para terminar de estudiar la primaria, Homero Benítez ingresó al internado “Mexicano Español”, en Morelia, donde les daban hospedaje y alimentación, pero al terminar esta etapa, donde se graduó con honores, tuvo que dejar el internado e ingresar a la secundaria San José; ya en completa libertad, no le puso el mismo interés al estudio y reprobó la mayoría de las materias, por lo que tuvo que regresar a Huetamo; en esa época, vivió los momentos más difíciles de su infancia al tener que trabajar acarreando agua del arroyo con dos botes y un palo atravesado al hombro: “para que aprendas a ganarte la vida, ya que no quisiste estudiar”, le decía su madre.
Hubo sequías y hambruna. Su padre, aunque siempre les ayudaba en algo, no era suficiente, pero en ese tiempo les mandó dos costales de maíz, pues estaba en mejor situación, como dueño de tierras. Incluso, se quiso llevar a Homero con él, pero su madre no lo dejó.
A los 13 o 14 años que tenía en ese tiempo, le empezó a preocupar su futuro; quería ser alguien en la vida; inquietud que su madre compartía; ella fue quien lo metió a aprender de telegrafista; ya que estuvo listo, presentó exámenes en las oficinas centrales en México, pero reprobó; sin embargo, por intervención del sindicato lo mandaron a Culiacán, Sin. Ahí le empezó a cambiar la vida; ganaba mil pesos al mes, con ello ayudaba a mamá, pero luego ella se fue a vivir con él y entonces ya no alcanzaba para rentar un cuarto y comer; llegado el momento, a los 15 años, tuvo que tomar la decisión de irse a México a trabajar, en las oficinas centrales para poder continuar sus estudios; su madre se regresó a Huetamo.
Así es como estudió en la secundaria 4, la vocacional en la 5 y su carrera profesional en la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas, del Instituto Politécnico Nacional, logrando siempre altas calificaciones y titulándose con la primera tesis de investigación.
Antes de terminar su carrera se quedó sin trabajo, había decidido irse a otra parte cuando la maestra Sara Cantú, profesora de cultura física, que le rentaba un cuarto, le pidió que no se fuera y que le pagara cuando pudiera. Por esos días, Homero le escribió a su padre para hacerle saber de su situación y pedir su apoyo, si lo necesitaba; aquél le contestó que ya estaba grandecito, que se quitara de fregaderas y que se las viera por sí solo. “Me mandó a la fregada, en pocas palabras”, dice resignado, pero tampoco lo culpa.

INCIA SU CARRERA PROFESIONAL CON SUERTE
Buscando trabajo, en un horario que le acomodara para terminar sus estudios, llegó a una fábrica de baterías, donde le dieron esas facilidades y donde él empezó a aplicar sus conocimientos y a desarrollar su creatividad en la solución de los problemas. Después fue Jefe de Laboratorio de la Unión Carbide Mexicana, en Tecamac, Estado de México.
Una vez terminada su carrera y con su título en la mano, en 1965 se le presentó la oportunidad de ir a Celulosa de Chihuahua, del Grupo Monterrey, oferta que tomó de inmediato, cansado ya de vivir en la ciudad de México. Cuando fue a la entrevista lo hospedaron en un hotel, cuya vista en la tarde era puro desierto; sintió miedo, pero decidió quedarse para averiguar a qué se debía su temor.
Estando en esta planta como jefe del Departamento de Pérdidas de Procesos, lo enviaron a capacitar a Estados Unidos en seguridad industrial, a su regreso se incorporó a su trabajo, donde tuvo que ingresar, como todos los jefes, al Movimiento Familiar Cristiano, donde descubrió sus dotes de líder y su facilidad para organizar grupos.
Sin la experiencia de hablar en público, animado por el gerente de la planta dio una plática en el Congreso Nacional de Seguridad del Centro de México, en uno de los 10 grupos que se formaban para analizar diversos aspectos, ahí presentó el tema de la “Ecuación Humana para la Motivación”; al final, el gerente le dijo: “nos hacía falta una estrella en seguridad y ya llegó, tú”. En la evaluación del congreso fue mejor calificado. A partir de ahí, siempre participaba en los congresos y le correspondió dirigir la plenaria tres veces consecutivas. Es el único conferencista que ha sostenidos tres conferencias diarias en uno de estos congresos de seguridad, durante una semana.
Después de trabajar en Celulosa de Chihuahua, paso a ser asistente de División de Fierro y Acero de Hojalata y Lámina, en Monterrey, hasta 1967, que se vino a Celaya como Gerente Corporativo de Seguridad de la Compañía Química General, donde le tomó sólo cuatro años pasar de Supervisor de Línea a Gerente Corporativo. En 1970 ingresó a la planta de Celaya de Celanese Mexicana, como Gerente de Relaciones Industriales. Al año siguiente, en 1971 se independizó para poner su despacho de asesoría.

ARGOS, INGENIERÍA HUMANA
Desde hace 44 años, que fundó su empresa “Argos, Ingeniería Humana”, se dedica a dar asesoría a empresas sobre Seguridad Industrial, Desarrollo Humano y Desarrollo Organizacional. Benítez Aguirre está convencido de que la seguridad de una empresa es el termómetro de la eficiencia administrativa. En ello ha puesto todo su interés, trabajo y capacitación; por eso es un experto calificado. Incluso, hay un tipo de auditorías que sólo él puede realizar en todo México.
Su primer y principal lugar de trabajo ha sido Monterrey, donde se dio a conocer y donde hubo más empresas que lo contrataban; allá, también realizó algunos trabajos con el gobierno del estado de Nuevo León y produjo sus primeros libros técnicos. Él dice que Monterrey es su segunda tierra, aunque tiene 48 años viendo en Celaya.
Cuando parecía que todo iba bien, se presentó la crisis del 95, por el error de diciembre de 1994. Las empresas le cancelaron los contratos que tenía adelantados y no le daban trabajo, ni fiado. Entonces decidió tomarse su año sabático y se dedicó a viajar, a estudiar y a escribir. Dice que no es rico, pero tenía sus ahorros y su estilo de vida no es ostentoso, de tal manera que le alcanzaron para vivir esa temporada, hasta que lo empezaron a llamar nuevamente para solucionar problemas, como el caso de Vitro, donde se registraron problemas graves de inseguridad industrial.
Comenta que, a lo largo de estos años, ha asesorado a más de cien organizaciones a nivel nacional, tratando siempre de motivar al personal hacia la eficiencia de las operaciones para garantizar la seguridad.
Entre estas empresas, se encuentran: Tubacero, General Motors, Vitroenvases, Cydsa, Univex, Embotelladora de Tampico (Coca-cola), Exportadora de Sal, Ampolletas, Productos de Maíz, Lamosa-Revestimientos, Tel-Cel, Schott Mexicana y Maeva, entre otras.
La filosofía industrial del  Homero Benítez se cifra en esta sentencia: “cualquier teoría, si  no es fácil de aplicar o no se  obtienen  dividendos, no vale la pena gastar tiempo en ella”. Haber seguido al pie de la letra esta premisa le ha llevado al  éxito, sumado al lema de su empresa de consultoría: “no vendemos cursos, sino que resolvemos problemas; en algunas ocasiones, a través de los cursos”.

LIBROS
Sobre la temática de su trabajo ha impartido múltiples conferencias, ha escrito libros y ha publicado artículos en revistas especializadas, así como en medios periodísticos, donde los temas se han variados.
Entre sus libros técnicos publicados, se encuentran: Guía de Acción para supervisores de Línea; Motivación al alcance de todos; Un compromiso pero en firme; Aventuras Buscando el sentido y propósito del trabajo; Aventuras buscando la Motivación; Aventuras buscando la Limpieza; Aventuras buscando la Excelencia en el servicio al cliente; Aventuras buscando la confianza; Aventuras buscando la Seguridad; Aventuras buscando el desarrollo integral del Niño; Aventuras buscando la superación de la mujer y Niño feliz; y hombre triunfador.
Entre sus obras literarias, menciona: Viaje alrededor de mí mismo; El hombre que huele el tiempo (poesía); El Huetamo que se fue; Una vez a la semana; Plata, el chico del colegio; Lobo, el chico del fut; La Bonita tiene SIDA; Milton, el chico de Oxford; Ligue, terror y esperanzas en el chat gay; y Antes del Final.
Homero Benítez ganó el primer lugar en el Concurso "Rescate de las Tradiciones cuentos y leyendas de los Barrios y los pueblos", convocado por Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CONACULTA) y el Consejo Nacional para el Fomento Educativo (CONAFE), con una serie de narraciones de su pueblo natal, recopilados en el libro “El Huetamo que se fue”, obra que le acarreó algunos problemas por las revelaciones que hizo, principalmente en la historia de “El Toro Prieto”.
A raíz de este libro, siempre lo invitan a Huetamo. Hay un encuentro de poetas de tierra caliente, a donde ha enviado algunos de sus trabajos, pero está invitado para este enero de 2016.

Paralelamente a su ejercicio profesional y a sus libros, ha ejercido el periodismo publicando más 200 artículos en "El Sol del Bajío"; de los cuales, 52 de ellos conformaron la serie denominada: “Los Mundos de Homero Benítez”, hoy publicados en el libro que lleva el mismo título.

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